lunes, 14 de septiembre de 2015

Esclavo de Falsos Dioses

 “Antes, cuando ustedes no conocían a Dios, eran esclavos de los que en realidad no son dioses.  Pero ahora que conocen a Dios, o más bien que Dios los conoce a ustedes, ¿Cómo es que quieren regresar a esos principios ineficaces y sin valor?  ¿Quieren volver a ser esclavos de ellos?  ¡Ustedes siguen guardando los días de fiesta, meses, estaciones y años!  Temo por ustedes, que tal vez me haya estado esforzando en vano.” (Gálatas 4:8-11)

Es triste. Este tipo de comportamiento lo vemos constantemente en la Biblia. De hecho, estoy seguro que lo ves en tu vida también. Tal vez te confunde el escuchar que eras esclavo de otros ídolos o de los que no son dioses o alguna otra descripción. La realidad es más sencilla. Pablo quiere que entendamos que cuando caminamos dentro de los planes de Dios, sin importar las circunstancias, siempre estaremos mejor que como estábamos antes  No podemos estar viviendo un presente si estamos deseando estar en un pasado, en un futuro o en otra situación. No podemos decirnos seguidores de Jesús y al mismo tiempo querer seguir viviendo como si no lo conociéramos. Dios lo mostró hace miles de años y hoy veo distintas formas de pensar que, pensando que han descubierto el hilo negro, te dicen que vivas y disfrutes tu presente. Es verdad, debes vivir y disfrutar tu presente, el problema es que, sin el Señor, no podrás disfrutarlo. Él es quien permite que disfrutemos las bendiciones que nos son dadas. ¿Alguna vez has conocido a alguien que tenga mucho y disfruta poco? Pues ya sabes por qué.
El pasaje nos dice que algunos de los gálatas estaban regresando a sus antiguas andanzas. ¿Cómo lo podemos ver hoy en día? Piensa en un mentiroso que quiere obedecer y dejar de hacerlo.  Pasa un mes y no ha mentido. De repente, surge una situación en la que, si miente, las cosas podrían mejorar, de lo contrario, si dice la verdad las consecuencias no serían buenas. Obviamente su mente ya está dando vueltas y está pensando que, de no haber sido por querer cambiar, hoy podría mentir y asunto arreglado.  Pero ahora ya no es así. Ya sabe que está mal mentir. Ya sabe que el compromiso no es con la gente sino con Dios. ¡Qué conflicto! Así nos pasa en cantidad de situaciones diversas. Los que tienen problemas con su carácter, los que tienen problemas de fidelidad, de amar, de perdonar, de sujetarse, etc. Cada vez que decidimos dejar de hacer lo que está mal, y en el futuro nos encontramos con una disyuntiva, ¿por qué pensamos que estábamos mejor antes? ¿Por qué se nos olvida del hoyo tan horrible del que nos sacó el Señor? ¿Sabes por qué? Porque pensamos que merecemos lo que tenemos y damos por hecho que seguirá ahí siempre. Porque no entendemos que las bendiciones vienen de la gracia de Dios y no de nuestras acciones. Si pudiéramos entender esto, alabaríamos y obedeceríamos sin importar las circunstancias. Con mucho, con poco. Enfermos o sanos. Con dificultad o sin dificultad.  Simplemente tendríamos la mirada en el cielo y viviríamos agradecidos. Viviríamos compartiendo el maravilloso evangelio y la increíble gracia que Dios tiene para nosotros. Hablaríamos de cómo Cristo ha cambiado nuestras vidas y de cómo nos sacó adelante.
Pienso en cómo nos encanta estar viendo lo que no tenemos y hacemos a un lado lo que hoy se nos ha dado por misericordia. Deja de pensar en lo que no es de Dios y entiende que no hay mejor plan que el del Señor.  Ahora, si te gusta aprender a golpes pues adelante. Solamente piensa en las consecuencias de tus actos y recuerda que no serás el único que las sufra. Entiende que hay gente que te ama y que está a tu alrededor que también sufre por las decisiones que tomes.
Yo sé que es difícil. Yo entiendo que tus pensamientos te hacen creer que lo de antes tenía ventajas. La verdad es que no es así. Créeme. De hecho, no me creas a mí, cree en la palabra de Dios. Los israelitas que salieron de la esclavitud de Egipto no pudieron entrar en la tierra prometida por reclamar a Dios y no confiar en que los planes que Él tenía eran mejores que los de ellos. Al final la promesa se cumplió y la siguiente generación entró. Yo creo que sería bueno no dejar pasar esa bendición y querer entrar nosotros. Obedezcamos hoy. Busquemos servirle en todo lo que hagamos. Busquemos darle gloria en nuestro día a día. Vivamos agradecidos de lo que en su amor decide darnos. Dejemos atrás la carne y vivamos por el espíritu.

Oración
Padre nuestro: gracias por querer tener comunión conmigo y por mandar a tu Hijo a morir por mis pecados.  Gracias por tus bendiciones y sobre todo te pido perdón porque muchas veces no las valoro.  Hoy te pido que pueda dejar de distraerme pensando que estaba mejor antes o que las cosas serían mejor de otra manera.  Quiero entender que tu plan que vivo hoy es lo mejor para mí y vivirlo gozosamente.  Toma mi vida y dirígela mi Señor.  Te lo pido en el nombre de Jesucristo.  Amén 



EL ÁRBOL CONFUNDIDO

Había una vez, algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: "No sabía quién era."
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. "¿Ves que fácil es?"
No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas y ¿ves que bellas son?"
Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución:
"No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé lo que Dios quiere que seas, y para lograrlo, escúchalo."
Y dicho esto, el búho desapareció.
¿Lo que Dios quiere que sea...? Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto, comprendió...
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar:
"Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión, cúmplela."
Y el árbol se sintió fuerte y seguro y se dispuso a ser todo aquello para lo cual había sido creado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos.
Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.




Marcos Flores | Agustín Cuesta

lunes, 31 de agosto de 2015

Comunidad

Cuando Dios creo al hombre, a su imagen y semejanza, lo está haciendo para que viva en comunidad de amor; la primera comunidad de amor: el matrimonio (primera pero no la única). Dios fue creando a través de la historia diversas comunidades de amor, una de ellas la iglesia como por lo tanto también las pequeñas comunidades que la conforman.

¿Que es comunidad? (definición)
Una comunidad es un grupo de seres humanos que tienen ciertos elementos en común, tales como el idioma, costumbres, valores, tareas, visión del mundo, edad, ubicación geográfica (un barrio, por ejemplo), estatus social o roles. Por lo general, en una comunidad se crea una identidad común, mediante la diferenciación de otros grupos o comunidades (generalmente por signos o acciones), que es compartida y elaborada entre sus integrantes y socializada. Generalmente, una comunidad se une bajo la necesidad o mejora de un objetivo en común, como puede ser el bien común; si bien esto no es algo necesario, basta una identidad común para conformar una comunidad sin la necesidad de un objetivo específico. También se llama comunidad a un conjunto de animales (o de cualquier otro tipo de vida) que comparten ciertos elementos.

El verdadero fundamento de la comunidad es el amor sobrenatural. La comunidad no puede ser una simple reunión de conocidos o amigos, sino un conjunto de personas que desean amarse en Cristo y por Cristo.
No es fácil hacer unidad, aunque es hermoso vivir en unidad. No es fácil construir la unidad, aunque Cristo murió para que se viva en unidad. Su ayuda, por lo tanto, no puede faltarnos.

Es fundamental que cada uno de nosotros entienda perfectamente lo que es construir en torno a Cristo una comunidad. Antes que nada, hay que saber que no existe una obligación de ley para integrar una comunidad, pero si moral, porque la Fe no se puede vivir de modo aislado, además, es imprescindible crear climas que favorezcan el cultivo de los valores familiares, tan atacados en los tiempos que nos tocan vivir, no todos los entienden. Hay que respetar procesos con mucha paciencia, y fundamentalmente presentando una comunidad atractiva que invite a integrarla. Por supuesto, que al no pertenecer de modo activo a la vida comunitaria se va perdiendo poco a poco el espíritu de la Obra.

La comunidad en cristo se construye en torno a Él, no por meras motivaciones humanas. Solo en Él y por Él se realizaran comunidades sólidas, en las que todos los miembros se sientan integrados y amados.
Pero, debemos saber, que esta solidez necesita del crecimiento personal y del comunitario. 
Quien crece en amor y en sabiduría en la comunidad, hace crecer a toda la comunidad. Graficándolo, si colocamos un pañuelo extendido sobre una mesa y lo tomamos de una punta al levantar la mano la punta se va elevando, y tras de ella el resto del pañuelo. Así, quien crece, hace crecer la comunidad. Cada uno de los miembros de la comunidad es responsable de su propio crecimiento y el de toda la comunidad. Hay quienes al hablar de la comunidad lo hacen en tercera persona, como si estuvieran parados en la vereda de en frente. Todos y cada uno hace la comunidad.
 Demosno plenamente a la comunidad. La comunidad solo puede dar lo que cada uno aporte.

A continuación vamos a enumerar las buenas actitudes para poder formar una comunidad, y luego se nombraran las actitudes que pueden ser muy peligrosas para el crecimiento de la misma.

Sinceridad.
“Viviendo en la verdadera y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo”. En muchas oportunidades, por falta a la verdad, una comunidad no crece. No hay coraje para presentar un tema determinado, existe miedo a las susceptibilidades, se busca no complicar las cosas, hay resignación y no se habla el problema que puede surgir. La superficialidad ocupa su espacio, se produce un ambiente viciado, aparecen secretos y se multiplican chismes.

Franqueza.
No significa expresar verdades subjetivas, sino desde el amor buscar entre todos la verdad de modo permanente.
La franqueza no es licencia para decir lo que a uno se le antoja, dondequiera, cuando quiera. Las palabras irreflexivas dejan cicatrices profundas.

Humildad.
La mejor ropa para la construcción de una hermosa comunidad es la humildad. Nada destruye la comunión tan rápido como la arrogancia, la autocomplacencia y el orgullo empedernido. El orgullo construye murallas entre las personas, en cambio la humildad genera puentes, tiende lazos de unidad. El orgullo no da espacio ni a Dios, ni al hermano. La humildad no es creer que uno es menos, sino concentrarse menos en sí mismo, y pensar más en los demás. Las personas humildes se concentran tanto en el servicio a los demás, que se olvidan de sí mismos.

Cortesía.
Ser amable, corteses, consiste en ser considerados con las diferencias de los otros miembros de la comunidad, respetuosos con los sentimientos de otras personas, y tolerantes con los que son más difíciles. En toda comunidad, siempre hay alguien más difícil, o tal vez, más de uno. Estas personas necesitan una ayuda diferente, una gracia especial, un cariño extraordinario. Son una oportunidad para el crecimiento.

Sigilo y confianza.
Los miembros de una comunidad necesitan ser aceptados afectuosamente, poder compartir su intimidad es un ámbito de confianza, sabiendo que lo que se comparte dentro de la comunidad no sale fuera, con verdadero espíritu de respeto y sigilo. La confianza se genera en una comunidad en la que no se generen chismes. “el hombre perverso siembra discordias, y el calumniador separa amigos”. Los chismes provocan sufrimiento y divisiones, y destruyen la comunión. Es señal de madurez, de parte de los miembros de una comunidad, la sensatez, la confiabilidad, el ser sigiloso, el saber callar cuando hay que callar y saber hablar cuando hay que hablar.
El sigilo es muy importante. Es saber guardar en el corazón lo confiado en la reunión comunitaria, o en el contacto personal. La falta de sigilo, no solo es una grave imprudencia, sino que, además, genera desconfianza en la relación entre los miembros de la comunidad, impidiendo que cada uno pueda abrir su corazón plenamente comenzando a sentirse incómodo.

 Trato frecuente.
Para construir una comunión genuina, madura y duradera, es necesario que exista trato frecuente. Cultivar la vida en comunidad exige tiempo. Hay que pasar tiempo juntos, para construir relaciones sólidas. Una comunidad no se construye en base a “cuando podamos”, sino con la profunda convicción que la comunidad es sumamente necesaria para el crecimiento de la fe, el apoyo mutuo -bastón los unos con los otros-, la salud espiritual. Es importante la reunión bastón para dialogar, pero también es importante reunirnos para orar juntos, formarnos, organizar la misión evangelizadora. Para tener comunión hay q invertir tiempo, requisito indispensable para la vida matrimonial, el cultivo de la amistad, la construcción de la comunidad.

Subrayar lo que se tiene en común, no las diferencias.
Dios hizo a cada uno diferente. Desde el nacimiento se distingue cada ser humano una personalidad, un carácter, capacidades determinadas.se crece con un trasfondo familiar concreto, una cultura que modeló en varias faceras, una educación que marco. Por eso, es importante tener en cuenta que Dios quiere la unidad, no la informalidad.
La división surge cuando se enfoca la diferencia, en cambio la unidad se logra, cuando se concentra en el amor y en el cumplir la voluntad de Dios.

Ser objetivo en la relación entre expectativas y realidad.
Ser realistas. Es fácil desanimarse por la distancia entre el ideal y la realidad de una comunidad. Sin embargo, se debe amar con pasión la comunidad pese a sus imperfecciones. Quien anhela lo ideal mientras critica lo real, está mostrando una señal de inmadurez. Todos los miembros de una comunidad son pecadores. Por otro lado, conformarse con la realidad sin luchar por el ideal, es señal de complacencia. La persona madura convive con esta tensión. Siempre alguien nos defraudara o decepcionara, pero esto no es excusa para no tener comunión con él. “con humildad y paciencia, sopórtense mutuamente por amor” quien ama más el ideal de la comunidad que a la comunidad real, se convierte en destructora de ella.

Tomar la decisión de animar antes que criticar.
La palabra de Dios es muy clara en este sentido, insiste mucho en la importancia de no criticar a los miembros de la comunidad, ni compararlos ni juzgarlos. Siempre debemos alentar a los demás con palabras que animan, que edifican, jamás derrumbarlos con críticas destructivas.


Negarse a escuchar chismes, mucho más a repetirlos.
¿Qué es un chisme?
Es divulgar una información cuando uno no es parte del problema, ni de la solución. Esto es grave, pero tampoco se debe escucharlos si se quiere proteger a la comunidad. Escuchar los chismes es como aceptar algo robado, convirtiéndolo a uno, también en culpable del delito. ¿Qué hacer ante alguien que desea contar un tema del ausente? Responder con valentía: “no necesito saber eso”. Las personas que cuentan chismes, también hablan mal de ti.
¿Qué derecho tenemos de ventilar los problemas, pecados o intimidades de nuestros hermanos? Acaso ¿tiene, quien escucha, la solución al problema? Y si no tiene la solución del problema, ¿Qué sentido tiene involucrarlo con elementos negativos o que desparraman negatividades, que no son de Dios?


Usar el método de la palabra de Dios ante los conflictos.
Cuando se descubre la falla del hermano, hay que conversar con él; si no reacciona de modo positivo, y su falta influye en la comunidad, se debe llamar a dos miembros de la comunidad y dialogar con el hermano en falta. Es un método cargado de caridad.

Apoyar a los Coordinadores de la comunidad.
No hay coordinador perfecto. Sin embargo, dios a través de la comunidad, le dio la responsabilidad y la autoridad para construir y sostener la unidad de la comunidad. En oportunidades, los coordinadores, debe resolver conflictos mediando entre miembros que lo generaron o son inmaduros. Nada grato, por cierto. Además, deben realizar la imposible tarea de que todos estén contentos. ¡Ni Jesús lo logro!
Por eso, se protege la comunión cuando se honra, ayuda y estima a los coordinadores de la comunidad. El desafío; proteger y promover la unidad de la comunidad. ¿Qué se está haciendo para hacer que la comunidad sea más cálida y fraterna? Hay personas que en la comunidad a la que pertenecen esperan que alguien los ame. Todos necesitamos de amor. ¡Construyamos la comunidad, ayudando a los coordinadores, y todos experimentaran el amor de Dios derramado en los corazones!

Actitudes negativas:

Individualismo:
Es la propuesta del mundo de hoy, en el que se subraya el individuo, y niega el ser persona. Todos somos individuos, es lo que hace que cada uno sea diferente al ser del otro, cerrados en nosotros mismos, un todo claramente identificable. El ser persona hace que nos relacionemos con los demás, por estar abiertos con la oportunidad de encontrarnos con el otro, compartir sentimientos, dialogar, escuchar, sentir-con, amar. El individualismo hace que el hombre se cierre sobre sí mismo, conduciéndolo a un pragmatismo, individual, donde el compartir vale en medida en que sirva para uno mismo. De este modo cada uno se transforma en consumidor del otro. El individualismo impide la concreción de la vida comunitaria. A quienes piensen en sí mismos, en sus gustos, comodidades, propios proyectos, se le hará imposible la vivencia de la vida comunitaria.

Pesimismo:
Algo sumamente negativo para una vida comunitaria son las personas pesimistas. Todo lo ven negro. Ante una propuesta positiva, de cualquier índole, siempre ponen palos en la rueda, argumentan que este no es el momento, que no se puede, que no va a dar resultado, que no hay entrega. Son personas que cortan las alas a los sueños y proyectos, y con esto se derrumba la comunidad.

Tristezas y pálidas:
  Hay personas que con actitudes que distan mucho de la experiencia de cristo resucitado, solo llevan al seno de la vida comunitaria temas negativos. El mundo está lleno de tristezas y pálidas. Los cristianos debemos vivir de un modo nuevo, diferente, con la alegría que genera la resurrección del señor. Las personas que solo se involucran en noticias tristes hacen que la comunidad no sea atractiva.

Miembros con oportunidad de crecimiento que exigen igual respuesta de otros:
Hay quienes habiendo tenido la oportunidad de crecimiento, de experiencia por los años trascurridos, exige a los demás la misma capacidad de entrega. Esto es una causa que ah enfermado a muchas comunidades. Es una profunda inmadurez, que denota incapacidad de empatía, de ponerse en el lugar del otro. Todo necesita un proceso, un tiempo que permita el crecimiento. Además, nada es igual entre las personas. Por esto, también debemos cuidarnos mucho de las comparaciones. La única comparación que cada uno debe realizar, es la de la propia entrega con la de Jesucristo, y analizar cuanto aún nos falta.

Celos:
Los celos destruyen comunidades. Los celos que, a veces, se mezclan con las envidias, generan relaciones difíciles, en las que deben cuidarse mucho las susceptibilidades. Los celos frenan a las personas que tienen capacidades para ciertos temas, no desarrollándolos por miedo a que otros se sientan incomodos. Cuando existe posibilidad, a las personas celosas y envidiosas hay que enviarlas o integrarlas en comunidades o sub comunidades diferentes.

Falta de liderazgo:
 Este aspecto es uno de los más dolorosos para una vida comunitaria. La falta de líderes, se identifica con la pérdida del motor conductor, de quien marca y recuerda permanentemente la meta a alcanzar. Mucha gente – en la figura de un tren- son vagones, pero la vida comunitaria, además de los vagones con las diferentes finalidades y capacidades de cada uno, se necesita una máquina que los conduzca a destino. Este es el fin del líder.

Cansancio de líderes:
  A los líderes hay que cuidarlos, acompañarlos, apoyarlos, ayudarles, para que no se cansen. Los líderes no necesitan puestos para actuar como tales. Son verdadera levadura en la masa. Una comunidad mantiene su vivacidad en medida que cuide a sus líderes.

Ausencia de convocatorias y/o falta de respuestas a estas:
  Es claro que “camino que no se recorre, se llena de yuyos”. Si una comunidad no se reúne, no genera espacios de encuentro, indefectiblemente muere. Los miembros que no responden a las convocatorias morirán en la inserción comunitaria. Nadie que viva aislado podrá crecer en la fe, ni en una relación  de amor con los demás ni en la relación de fe con los demás, estos son dos elementos esenciales para el sostenimiento de la integración comunitaria.

Ausencia de fiestas:
 Una comunidad que no tiene motivos para festejar deberá plantearse si tiene motivos para vivir. La vida implica celebrar y festejar. Hasta se festeja el mismo hecho del don de la vida. Una comunidad tiene sobrados motivos para celebrar. El mismo hecho de ser comunidad genera fiesta.

 Quiera Dios que todas las comunidades cristianas puedan mantenerse vivas en la lucha contra estas diferentes plagas que pueden arruinar  la vida en común. Cada comunidad debe ser un pulmón en la perseverancia del camino de todo hogar nuevo.   

Conclusión:
La comunidad es el reflejo de las personas que la componen. Como son los miembros de la comunidad así se muestra ella. ¿Quieren conocer su propia comunidad? Mírense al espejo, indaguen en el interior de ustedes conózcanse a sí mismos, y allí tendrán un fiel reflejo de la comunidad que están construyendo.


Luciana Vilte Martín | Agustín Gogol 

lunes, 3 de agosto de 2015

Las Virtudes

Según el YOUCAT una virtud es: una actitud interior, una disposición estable positiva, una pasión puesta al servicio del bien.
La virtud para que sea virtud tiene que ser habitual, y no un acto esporádico, aislado. Es como una segunda naturaleza a la hora de actuar, pensar, reaccionar, sentir. Lo contrario a la virtud es el vicio, que es también un hábito adquirido por la repetición de actos contrarios al bien.

Ser perfectos como nuestro padre celestial es perfecto (mateo 5,48).

Es decir tenemos que transformarnos hacia DIOS. Con nuestras fuerza humana solo somos capaces parcialmente, pero DIOS apoya con su gracia las virtudes humanas y además nos regala también las virtudes teologales con cuya ayuda alcanzamos con seguridad el camino hacia el Espíritu Santo.
¿Por qué Dios no da las virtudes? Dios nos dio estas virtudes para que seamos capaces de actuar a lo divino, es decir, como hijos de Dios, y así contrarrestar los impulsos naturales inclinados al egoísmo, comodidad y placer.

Hay dos tipos de virtudes:
ADQUIRIDAS:
  1. -          TEMPLAZA.
  2. -          FORTALEZA.
  3. -          JUSTICIA.
  4. -          PRUDENCIA.

INFUNDADAS:
  1. -          CARIDAD.
  2. -          FE.
  3. -          ESPERANZA.

Actividades:
1 Juego del afiche: pasa un chico mueve la bolsa saca una palabra y la coloca donde le parece que va. Explicándola porque la puso ahí.
2 Juegos de preguntas:  caridad- ¿hacia quien?.  Fe- ¿como la alimentas?.  Cuál es la esperanza del cristiano.
3 Pregunta a los chicos: ¿porque creen ustedes que DIOS nos dio las 3 no 2 o 1?
4 Leer el cuento y hacer las preguntas.

CUENTO: “Las 3 piedras”
Cuentan que el primer árabe que cruzó el desierto se encontró junto a una cueva con un anciano de aspecto venerable que le preguntó:
— Joven, ¿A dónde vas?
— Quiero cruzar el desierto.
El anciano quedó pensativo un momento y añadió.
— Deseas algo difícil. Para cruzar el desierto te harán falta tres cosas. Toma estas piedras. Este topacio es la fe, amarillo como las arenas del desierto, esta esmeralda es la esperanza, verde como las hojas de las palmeras, y este rubí, es la caridad, rojo como el sol de poniente. Anda siempre hacia el sur y encontrarás el oasis de Náscara, donde vivirás feliz. Pero no pierdas ninguna de las piedras, si no, no llegarás a tu destino.
El hombre se puso en camino y recorrió miles y miles de leguas a través de las dunas amarillentas sobre su camello.
Un día le asaltó una duda:
— ¿No me habrá engañado el anciano? ¿Y si no existiera el oasis que me prometió y el desierto no tuviera fin?.
Ya iba a volverse cuando notó que algo se le había caído sobre la arena. Era el topacio. El joven se bajó para cogerlo y pensó:
— No, no. Tengo que confiar en la promesa del anciano. Seguiré mi Camino.
Pasaron muchos días. El sol, el viento, el frío de la noche le iban agotando. Sus fuerzas desfallecían y ni una palmera ni una fuente se veían por el horizonte sin fin. Ya iba a dejarse caer del camello para aguardar la muerte bajo su sombra, cuando notó que se la caía algo al suelo. Era la esmeralda. El joven se bajo a recogerla y se dijo:
— Tengo que ser fuerte, tal vez, un poco más allá estará el oasis. Si no sigo, moriré sin remedio. Mientras tenga un soplo de vida seguiré.
Continúo el joven el camino, cuando encontró un pequeño charco de agua junto a una palmera. Ya iba a lanzarse sobre el charco, cuando vio los ojos de su camello suplicantes y tiernos como los de un hombre pidiendo, el agua. Pensó entonces que debería tener piedad del animal desfallecido, pues él aún podía resistir, y dejó que bebiera aquellos pocos sorbos.
Cuál no sería su asombro cuando el camello cayó muerto a sus pies. El agua estaba corrompida. En el suelo notó el joven que brillaba el rubí y lo recogió, dando gracias al cielo por haber recompensado su generosidad con el camello.
Al alzar la vista, vio a lo lejos unas palmeras. Era el oasis de Náscara. Al llegar, encontró junto a una limpia fuente, al anciano de la cueva que le sonrió alegremente.
— Has llegado a tu destino puesto que has conservado las tres piedras preciosas. La fe, la esperanza y la caridad. ¡Ay de ti si hubieras perdido alguna, hubieras perecido sin remedio!
El anciano después de darle agua fresca y dátiles, se despidió del joven diciéndole:
— Guarda siempre durante tu vida, junto a tu corazón, el topacio, la esmeralda y el rubí. Así llegarás hasta el paraíso. Nunca los pierdas.

Preguntas del cuento:
  1. ¿En qué se parece la vida de un hombre a la de quien quiere cruzar un desierto?
  2. “Tengo que confiar en la promesa del anciano”: ¿En quién confía cada uno? ¿Y en qué?
  3. Seguiré mi camino... mientras tenga un soplo de vida, seguiré: ¿En qué situaciones hemos dicho lo mismo o nos gustaría decirlo?
  4. Ha llegado al oasis, pero tiene que seguir caminando hasta el paraíso, aquel que estaba al principio y sólo encontraremos al final. ¿Qué piedras lleva cada uno en ese camino? ¿Cómo las conserva?

Roberto Pereyra | Gisel Vicentini | Milagros Sisterna



martes, 30 de junio de 2015

El camino del amor

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8)

Queridos jóvenes:
(...) Descubrimos el significado revolucionario de las Bienaventuranzas y el fuerte llamamiento de Jesús a lanzarnos decididamente a la aventura de la búsqueda de la felicidad. Este año reflexionaremos sobre la sexta Bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).

1. El deseo de felicidad

La palabra bienaventurados (felices), aparece nueve veces en esta primera gran predicación de Jesús (cf. Mt 5,1-12). Es como un estribillo que nos recuerda la llamada del Señor a recorrer con Él un camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad.
Queridos jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están inquietos y en continua búsqueda de un bien que pueda saciar su sed de infinito?
(…) En Cristo, queridos jóvenes, encontrarán el pleno cumplimiento de sus sueños de bondad y felicidad. Sólo Él puede satisfacer sus expectativas, muchas veces frustradas por las falsas promesas mundanas. Como dijo san Juan Pablo II: «Es Él la belleza que tanto les atrae; es Él quien les provoca con esa sed de radicalidad que no les permite dejarse llevar del conformismo; es Él quien les empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien les lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en ustedes el deseo de hacer de su vida algo grande» (Vigilia de oración en Tor Vergata,19 agosto 2000).

2. Bienaventurados los limpios de corazón…

Ahora intentemos profundizar en por qué esta bienaventuranza pasa a través de la pureza del corazón. Antes que nada, hay que comprender el significado bíblico de la palabra corazón. Para la cultura semita el corazón es el centro de los sentimientos, de los pensamientos y de las intenciones de la persona humana. Si la Biblia nos enseña que Dios no mira las apariencias, sino al corazón (cf. 1 Sam 16,7), también podríamos decir que es desde nuestro corazón desde donde podemos ver a Dios. Esto es así porque nuestro corazón concentra al ser humano en su totalidad y unidad de cuerpo y alma, su capacidad de amar y ser amado.
En cuanto a la definición de limpio, la palabra griega utilizada por el evangelista Mateo es katharos, que significa fundamentalmente puro, libre de sustancias contaminantes. En el Evangelio, vemos que Jesús rechaza una determinada concepción de pureza ritual ligada a la exterioridad, que prohíbe el contacto con cosas y personas (entre ellas, los leprosos y los extranjeros) consideradas impuras. A los fariseos que, como otros muchos judíos de entonces, no comían sin haber hecho las abluciones y observaban muchas tradiciones sobre la limpieza de los objetos, Jesús les dijo categóricamente: «Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad» (Mc 7,15.21-22).
Por tanto, ¿en qué consiste la felicidad que sale de un corazón puro? Por la lista que hace Jesús de los males que vuelven al hombre impuro, vemos que se trata sobre todo de algo que tiene que ver con el campo de nuestras relaciones. Cada uno tiene que aprender a descubrir lo que puede “contaminar” su corazón, formarse una conciencia recta y sensible, capaz de «discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto» (Rm 12,2). Si hemos de estar atentos y cuidar adecuadamente la creación, para que el aire, el agua, los alimentos no estén contaminados, mucho más tenemos que cuidar la pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros corazones y nuestras relaciones. Esta “ecología humana” nos ayudará a respirar el aire puro que proviene de las cosas bellas, del amor verdadero, de la santidad.
Una vez les pregunté: ¿Dónde está su tesoro? ¿en qué descansa su corazón? (cf. Entrevista con algunos jóvenes de Bélgica, 31 marzo 2014). Sí, nuestros corazones pueden apegarse a tesoros verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles. El bien más precioso que podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Lo creen así de verdad? ¿Son conscientes del valor inestimable que tienen a los ojos de Dios? ¿Saben que Él los valora y los ama incondicionalmente? Cuando esta convicción desaparece, el ser humano se convierte en un enigma incomprensible, porque precisamente lo que da sentido a nuestra vida es sabernos amados incondicionalmente por Dios. ¿Recuerdan el diálogo de Jesús con el joven rico (cf. Mc 10,17-22)? El evangelista Marcos dice que Jesús lo miró con cariño (cf. v. 21), y después lo invitó a seguirle para encontrar el verdadero tesoro. Les deseo, queridos jóvenes, que esta mirada de Cristo, llena de amor, les acompañe durante toda su vida.
Durante la juventud, emerge la gran riqueza afectiva que hay en sus corazones, el deseo profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta capacidad de amar y ser amado! No permitan que este valor tan precioso sea falseado, destruido o menoscabado. Esto sucede cuando nuestras relaciones están marcadas por la instrumentalización del prójimo para los propios fines egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer. El corazón queda herido y triste tras esas experiencias negativas. Se lo ruego: no tengan miedo al amor verdadero, aquel que nos enseña Jesús y que San Pablo describe así: «El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca» (1 Co 13,4-8).
Al mismo tiempo que les invito a descubrir la belleza de la vocación humana al amor, les pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor, sobre todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual, privándolo así de sus características esenciales de belleza, comunión, fidelidad y responsabilidad. Queridos jóvenes, «en la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es “disfrutar” el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, “para siempre”, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son capaces de amar verdaderamente. Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes. Atrévanse a “ir contracorriente”. Y atrévanse también a ser felices» (Encuentro con los voluntarios de la JMJ de Río de Janeiro, 28 julio 2013).
Ustedes, jóvenes, son expertos exploradores. Si se deciden a descubrir el rico magisterio de la Iglesia en este campo, verán que el cristianismo no consiste en una serie de prohibiciones que apagan sus ansias de felicidad, sino en un proyecto de vida capaz de atraer nuestros corazones.

3. ... porque verán a Dios

(…)La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.
(…)El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos.
Y queríamos hacer incapie justamente en esto de la vida fraterna. El Papa nos dice
(…)Queridos jóvenes, para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse pobre con los pobres. Un corazón puro es necesariamente también un corazón despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más necesitados.
(…)la voz de Jesús hará arder su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas.

Nada te turbe | Pascua Joven




La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual 143 JUAN PABLO II, Catequesis (24 abril 1991): Insegnamenti 14/1 (1991), 853. - 90 - en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia».144 Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve. El Reino que nos reclama 180. Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. 


Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. 199. Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo».166 Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis».167 El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor»,168 y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad 164 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 42: AAS 80 (1988), 572. 165 Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13 mayo 2007), 3: AAS 99 (2007), 450. 166 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae II-II, q. 27, art. 2. 167 Ibíd., I-II, q. 110, art. 1. 168 Ibíd., I-II, q. 26, art. 3 - 100 - cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?».

Nicolás Chaves Psenda | Micaela Psenda

lunes, 15 de junio de 2015

La Coherencia


Es necesario rezar “porque para vivir en la coherencia cristiana es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios y debemos pedirlo”: “Señor, ¡que sea coherente! Señor que yo no escandalice nunca, que sea una persona que piense como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano”. Y cuando caigamos en la debilidad, pidamos perdón.

“Todos somos pecadores, todos, pero tenemos la capacidad de pedir perdón. ¡Él nunca se cansa de perdonar! Tener la humildad de pedir perdón: ‘Señor, no he sido coherente aquí. ¡Perdón!’. Ir hacia delante en la vida con coherencia cristiana, con el testimonio del que cree en Jesucristo, que se sabe pecador, pero que tiene la valentía de pedir perdón cuando se equivoca y que tiene mucho miedo de escandalizar. Que el Señor nos dé esta gracia a todos nosotros”.

1.- COHERENCIA ENTRE FE Y VIDA

Un cristiano coherente es aquél que sostiene con sus obras lo que cree y afirma de palabra. No hay diferencia entre lo uno y lo otro. Se descubre en él o en ella una estrecha unidad entre la fe que profesa con sus labios, la fe acogida en su mente y corazón, y su conducta en la vida cotidiana: su fe pasa a la acción, se muestra y evidencia por sus actos[3]. Así los principios tomados del Evangelio orientan su conducta y su pensamiento cristiano, su piedad y afectos, y se reflejan en la acción práctica. Esta coherencia la vive no sólo cuando las cosas se le presentan "fáciles", sino también cuando es puesto a prueba.

Un cristiano incoherente con su fe y condición de bautizado, en cambio, es aquél cuyas obras contradicen abiertamente lo que sostiene con sus palabras, lo que dice creer y lo que en su corazón anhela en lo más profundo de su ser. Es, por ejemplo, aquél que dice: "soy creyente, pero no practicante", es decir, lo que llamamos un "agnóstico funcional", un bautizado que -aunque a veces va a Misa y reza algo de vez en cuando- actúa del mismo modo como lo hace un hombre que no cree en Dios, que no conoce la fe.

Incoherentes somos también nosotros, quienes nos hemos encontrado con el Señor Jesús y nos esforzamos por llevar una vida cristiana seria, cuando negamos con nuestras obras las enseñanzas del Evangelio, cuando no hacemos lo que a otros predicamos o exigimos. ¡Ciertamente todos, más o menos, tenemos algo de incoherentes...!

2.- DIFICULTADES PARA VIVIR LA COHERENCIA CRISTIANA

Llamados a ser santos, experimentamos múltiples dificultades para realizar esta vocación. Estas dificultades para vivir la coherencia las encontramos dentro de nosotros mismos, en nuestra fragilidad o en nuestra débil voluntad ante nuestra inclinación al mal, ante los malos hábitos o vicios de los que, a veces, es difícil despojarse. No es raro experimentar que, aunque me haya propuesto firmemente ser cada día más santo, haga el mal que no quiero y que deje de hacer el bien que me había propuesto hacer[4]. El gran apóstol Pablo reconoce en sí mismo esta incoherencia que agobia su espíritu, cuyo origen atribuye «al pecado que habita en mí»[5]. En efecto, el pecado y su huella en nosotros nos llevan a experimentar y sufrir tantas veces esta división dentro de nosotros mismos, división que constituye la principal dificultad para vivir la coherencia entre la fe que profesamos y nuestra vida.

También encontramos esa dificultad por la oposición a la vida cristiana de no pocos rasgos de la cultura en que vivimos. O porque esa cultura, desde una pretendida "madurez", lo relativice todo y considere a la fe y sus consecuencias como un asunto limitado a las opciones y preferencias personales. Este influjo ambiental negativo se nos presenta como un reto.

Incluso en nuestros días se persigue, a veces con intensidad, abierta o muy sutilmente, a quienes aspiran a vivir con coherencia la vida cristiana. Ante esta situación muchos bautizados, por miedo a "ser distintos", prefieren pasar desapercibidos, actuar "como los demás" para no mostrar que son cristianos, y así -aunque digan "creer"- terminan asimilando los criterios antievangélicos y viviendo de acuerdo a ellos.

3.- HACIA UNA COHERENCIA CADA VEZ MAYOR

Al tomar conciencia de las dificultades que tenemos que afrontar para vivir la fe con coherencia, no buscamos abrumarnos o desalentamos. Se trata de vivir en un sano realismo: la incoherencia, mayor o menor, la experimentamos todos y nos acompañará mientras estemos como peregrinos en este mundo. El primer paso hacia una vida de mayor coherencia es aceptar con humildad y sencillez esta verdad, y a partir de allí buscar reducir cada vez más la distancia que hay entre nuestra mente y corazón, nutrida de la fe, sostenida por la esperanza y animada por la caridad, y nuestras acciones cotidianas; entre nuestras palabras y obras; entre la fe y la vida. Para ello, hay que poner medios concretos para ir ganando enhábitos de coherencia y avanzar así, poco a poco, hacia un estado de una cada vez mayor coherencia. Así, con la fuerza que nos viene del Señor y el apoyo que encontramos en la comunidad, nos iremos acercando cada vez más al horizonte de plena coherencia que descubrimos en el Señor Jesús y en su Santísima Madre.

4.- COHERENCIA Y APOSTOLADO

Estoy llamado a ser un apóstol. Cada cual en su puesto y lugar, desde el propio estado de vida, nuestra misión es la de anunciar el Evangelio, transmitir al Señor y hacer partícipes a muchos otros del don de la reconciliación que Él nos ha traído. Ello implica necesariamente que yo mismo me esfuerce por ser el primero en acoger y vivir el Evangelio con máxima coherencia.

El Concilio Vaticano II ha enseñado que, con frecuencia, «la incoherencia de los creyentes constituye un obstáculo en el camino de cuantos buscan al Señor»[6]. La incoherencia afecta, según el grado, nuestro propio testimonio, y puede tomar estéril la Palabra que estamos llamados a proclamar y transmitir. Tomar conciencia de la necesidad de ser coherentes con la fe que predicamos para que el apostolado sea fecundo y eficaz es una fuerte motivación en el camino cotidiano de nuestra propia santificación.

En este empeño tengamos en cuenta aquél dicho que reza: "Las palabras mueven, el ejemplo arrastra". Y es que «cuanto más se refleje Cristo en nuestra vida, tanto más mostrará la atracción irresistible que él mismo anunció hablando de su muerte en la cruz: "Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hada mi"[7]»[8].

¡Cuánto apela, cuestiona, mueve los corazones, por la firmeza, paz y seguridad que transmite, el testimonio de una persona que es coherente con el Evangelio ¡Cuántos al verlo, al verla, feliz, radiante, dicen: "yo quiero eso para mí", "yo quiero ser así"! Y así el cristiano coherente se convierte en un excelente apóstol, porque irradia el gozo y la plenitud que nos dan el llevar a Cristo muy dentro. ¡Cuanto más eficaz es el anuncio del Evangelio cuando las palabras se ven respaldadas por el testimonio luminoso de una vida cristiana coherente!

Consigna:
- ¿Qué es la coherencia? ¿Cómo la vivís?
- ¿Cuál es la relación entre coherencia y fe?
- ¿Crees que es algo necesario en la vida cristiana?


*Oración por la Coherencia*

¿Qué será de la palabra sin los gestos
que la en-carnan, y la en-huesan, y la en-sangran,
y al mostrarla viva en un espaciotiempo,
la confirman, verifican y consagran?
¿Qué será de mi cantar si no atestigua
lo que lucha por gestarse en mi sustancia?
Algo injusto, que promete y no realiza.
Algo absurdo, o infantil, o hasta canalla,
¡Dios de gestos (de Belén hasta la Pascua),
Dios-Palabra que pronuncias lo que actúas,
Esplendor de la verdad, Palabra actuante,
que resuenas y convences y aseguras.
Cohesióname en un cruce de coherencias,
reconcilia mi vida descoyuntada,
balbucea en mí un idioma
hecho de gestos...
Repronuncia en mis gestos tu Palabra!
Sólo el gesto hace creíble nuestro anuncio.
La verdad solo es verdad en cuerpo y alma.
Y si el “sólo hablar” nunca es buena noticia,
nuestro actuar, en cambio, puede ser proclama.
Lo que haces es igual a lo que dices.
Lo que dices, al decirlo, queda hecho.
En tu Espíritu es posible la coherencia,
de gestos palabras y palabras gestos.
Es preciso hablar sólo lo necesario.
Decir sólo lo que sangra en mi latido.
Necesito más y más ser “de una pieza”.
Siempre ser -intentar ser- “uno y el mismo”.
Pero ya que nos regalas el milagro
de cantar, comunicándonos las almas,
que el servir le dé coherencia a estas canciones
que el “amar” le dé coherencia a estas palabras.

Jesús vino a pagar los platos rotos



Marcos Flores | Sol Palandri | Santiago Torres