Es necesario rezar “porque para vivir en la coherencia cristiana es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios y debemos pedirlo”: “Señor, ¡que sea coherente! Señor que yo no escandalice nunca, que sea una persona que piense como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano”. Y cuando caigamos en la debilidad, pidamos perdón.
“Todos somos pecadores, todos, pero tenemos la capacidad de pedir perdón. ¡Él nunca se cansa de perdonar! Tener la humildad de pedir perdón: ‘Señor, no he sido coherente aquí. ¡Perdón!’. Ir hacia delante en la vida con coherencia cristiana, con el testimonio del que cree en Jesucristo, que se sabe pecador, pero que tiene la valentía de pedir perdón cuando se equivoca y que tiene mucho miedo de escandalizar. Que el Señor nos dé esta gracia a todos nosotros”.
1.- COHERENCIA ENTRE FE Y VIDA
Un cristiano coherente es aquél que sostiene con sus obras lo que cree y afirma de palabra. No hay diferencia entre lo uno y lo otro. Se descubre en él o en ella una estrecha unidad entre la fe que profesa con sus labios, la fe acogida en su mente y corazón, y su conducta en la vida cotidiana: su fe pasa a la acción, se muestra y evidencia por sus actos[3]. Así los principios tomados del Evangelio orientan su conducta y su pensamiento cristiano, su piedad y afectos, y se reflejan en la acción práctica. Esta coherencia la vive no sólo cuando las cosas se le presentan "fáciles", sino también cuando es puesto a prueba.
Un cristiano incoherente con su fe y condición de bautizado, en cambio, es aquél cuyas obras contradicen abiertamente lo que sostiene con sus palabras, lo que dice creer y lo que en su corazón anhela en lo más profundo de su ser. Es, por ejemplo, aquél que dice: "soy creyente, pero no practicante", es decir, lo que llamamos un "agnóstico funcional", un bautizado que -aunque a veces va a Misa y reza algo de vez en cuando- actúa del mismo modo como lo hace un hombre que no cree en Dios, que no conoce la fe.
Incoherentes somos también nosotros, quienes nos hemos encontrado con el Señor Jesús y nos esforzamos por llevar una vida cristiana seria, cuando negamos con nuestras obras las enseñanzas del Evangelio, cuando no hacemos lo que a otros predicamos o exigimos. ¡Ciertamente todos, más o menos, tenemos algo de incoherentes...!
2.- DIFICULTADES PARA VIVIR LA COHERENCIA CRISTIANA
Llamados a ser santos, experimentamos múltiples dificultades para realizar esta vocación. Estas dificultades para vivir la coherencia las encontramos dentro de nosotros mismos, en nuestra fragilidad o en nuestra débil voluntad ante nuestra inclinación al mal, ante los malos hábitos o vicios de los que, a veces, es difícil despojarse. No es raro experimentar que, aunque me haya propuesto firmemente ser cada día más santo, haga el mal que no quiero y que deje de hacer el bien que me había propuesto hacer[4]. El gran apóstol Pablo reconoce en sí mismo esta incoherencia que agobia su espíritu, cuyo origen atribuye «al pecado que habita en mí»[5]. En efecto, el pecado y su huella en nosotros nos llevan a experimentar y sufrir tantas veces esta división dentro de nosotros mismos, división que constituye la principal dificultad para vivir la coherencia entre la fe que profesamos y nuestra vida.
También encontramos esa dificultad por la oposición a la vida cristiana de no pocos rasgos de la cultura en que vivimos. O porque esa cultura, desde una pretendida "madurez", lo relativice todo y considere a la fe y sus consecuencias como un asunto limitado a las opciones y preferencias personales. Este influjo ambiental negativo se nos presenta como un reto.
Incluso en nuestros días se persigue, a veces con intensidad, abierta o muy sutilmente, a quienes aspiran a vivir con coherencia la vida cristiana. Ante esta situación muchos bautizados, por miedo a "ser distintos", prefieren pasar desapercibidos, actuar "como los demás" para no mostrar que son cristianos, y así -aunque digan "creer"- terminan asimilando los criterios antievangélicos y viviendo de acuerdo a ellos.
3.- HACIA UNA COHERENCIA CADA VEZ MAYOR
Al tomar conciencia de las dificultades que tenemos que afrontar para vivir la fe con coherencia, no buscamos abrumarnos o desalentamos. Se trata de vivir en un sano realismo: la incoherencia, mayor o menor, la experimentamos todos y nos acompañará mientras estemos como peregrinos en este mundo. El primer paso hacia una vida de mayor coherencia es aceptar con humildad y sencillez esta verdad, y a partir de allí buscar reducir cada vez más la distancia que hay entre nuestra mente y corazón, nutrida de la fe, sostenida por la esperanza y animada por la caridad, y nuestras acciones cotidianas; entre nuestras palabras y obras; entre la fe y la vida. Para ello, hay que poner medios concretos para ir ganando enhábitos de coherencia y avanzar así, poco a poco, hacia un estado de una cada vez mayor coherencia. Así, con la fuerza que nos viene del Señor y el apoyo que encontramos en la comunidad, nos iremos acercando cada vez más al horizonte de plena coherencia que descubrimos en el Señor Jesús y en su Santísima Madre.
4.- COHERENCIA Y APOSTOLADO
Estoy llamado a ser un apóstol. Cada cual en su puesto y lugar, desde el propio estado de vida, nuestra misión es la de anunciar el Evangelio, transmitir al Señor y hacer partícipes a muchos otros del don de la reconciliación que Él nos ha traído. Ello implica necesariamente que yo mismo me esfuerce por ser el primero en acoger y vivir el Evangelio con máxima coherencia.
El Concilio Vaticano II ha enseñado que, con frecuencia, «la incoherencia de los creyentes constituye un obstáculo en el camino de cuantos buscan al Señor»[6]. La incoherencia afecta, según el grado, nuestro propio testimonio, y puede tomar estéril la Palabra que estamos llamados a proclamar y transmitir. Tomar conciencia de la necesidad de ser coherentes con la fe que predicamos para que el apostolado sea fecundo y eficaz es una fuerte motivación en el camino cotidiano de nuestra propia santificación.
En este empeño tengamos en cuenta aquél dicho que reza: "Las palabras mueven, el ejemplo arrastra". Y es que «cuanto más se refleje Cristo en nuestra vida, tanto más mostrará la atracción irresistible que él mismo anunció hablando de su muerte en la cruz: "Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hada mi"[7]»[8].
¡Cuánto apela, cuestiona, mueve los corazones, por la firmeza, paz y seguridad que transmite, el testimonio de una persona que es coherente con el Evangelio ¡Cuántos al verlo, al verla, feliz, radiante, dicen: "yo quiero eso para mí", "yo quiero ser así"! Y así el cristiano coherente se convierte en un excelente apóstol, porque irradia el gozo y la plenitud que nos dan el llevar a Cristo muy dentro. ¡Cuanto más eficaz es el anuncio del Evangelio cuando las palabras se ven respaldadas por el testimonio luminoso de una vida cristiana coherente!
Consigna:
- ¿Qué es la coherencia? ¿Cómo la vivís?
- ¿Cuál es la relación entre coherencia y fe?
- ¿Crees que es algo necesario en la vida cristiana?
*Oración por la Coherencia*
¿Qué será de la palabra sin los gestos
que la en-carnan, y la en-huesan, y la en-sangran,
y al mostrarla viva en un espaciotiempo,
la confirman, verifican y consagran?
¿Qué será de mi cantar si no atestigua
lo que lucha por gestarse en mi sustancia?
Algo injusto, que promete y no realiza.
Algo absurdo, o infantil, o hasta canalla,
¡Dios de gestos (de Belén hasta la Pascua),
Dios-Palabra que pronuncias lo que actúas,
Esplendor de la verdad, Palabra actuante,
que resuenas y convences y aseguras.
Cohesióname en un cruce de coherencias,
reconcilia mi vida descoyuntada,
balbucea en mí un idioma
hecho de gestos...
Repronuncia en mis gestos tu Palabra!
Sólo el gesto hace creíble nuestro anuncio.
La verdad solo es verdad en cuerpo y alma.
Y si el “sólo hablar” nunca es buena noticia,
nuestro actuar, en cambio, puede ser proclama.
Lo que haces es igual a lo que dices.
Lo que dices, al decirlo, queda hecho.
En tu Espíritu es posible la coherencia,
de gestos palabras y palabras gestos.
Es preciso hablar sólo lo necesario.
Decir sólo lo que sangra en mi latido.
Necesito más y más ser “de una pieza”.
Siempre ser -intentar ser- “uno y el mismo”.
Pero ya que nos regalas el milagro
de cantar, comunicándonos las almas,
que el servir le dé coherencia a estas canciones
que el “amar” le dé coherencia a estas palabras.
Jesús vino a pagar los platos rotos
Marcos Flores | Sol Palandri | Santiago Torres
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