Leímos la cartilla y debatimos los temas, llevándolo a la
vida en comunidad y a la vida personal de cada uno.
¿Qué es misionar?
Cristo da a sus amigos una misión “Vayan y hagan discípulos
a todas las gentes…” (Mt.18,19), y por lo tanto, a cada uno de nosotros.
Se trata de llevar a Cristo a la gente, de renovar el
interés y cariño hacia su persona; que nadie se quede sin conocerlo, sin
alegría de vivir y dar la vida por Él.
¿Por qué salir a misionar?
Porque no podemos callar lo que oímos, ni guardarnos este
gran tesoro, ocultándolo y enterrándolo sin ser compartido. Si el mismo Dios se
abajó y quiso hacerse unos de nosotros tomando la condición de siervo, ¡cómo no
estar dispuestos a darlo todo por Él!
Queremos asumir la tarea de llevarlo a todas partes, porque
Él quiso “arrancar al hombre del poder de las tinieblas y reconciliarlo con Él”
(2Cor. 5,19) “y así decretó entrar en la historia en pro de nuestra salvación”
(AG N°3).
¿Cómo podemos quedarnos sentados, sin
anunciarlo?
Si Él hizo esto, no sólo por mí, sino por cada hombre. Jesús
quiso hacerse conocer, encarnándose en una mujer, anonadándose a sí mismo,
haciéndose pobre a pesar de ser rico, eligiendo quedarse con nosotros todos los
días de nuestra vida hasta el fin del mundo (Mt. 28,20). Quedándose como
alimento vital en la Eucaristía.
Él no es un Dios lejano, sino cercano, que camina a nuestro
lado y nos dice constantemente… ¡Aquí estoy!
Por eso, como Iglesia, debemos caminar movidos por la
Gracia, por la fuerza del Espíritu Santo, por el mismo camino de Cristo: de
pobreza, de obediencia, de servicio y de inmolación a si mismo (AG N°5).
Queremos llegar a todos los hijos de Hogares Nuevos, a cada
hogar que sufre privaciones, dolor o dificultad, para que Cristo, con su
misterio, ilumine la condición humana de cada hombre, que muchas veces se ve
desintegrada, mecanizada o banalizada. Él nos muestra la perfección de nuestra
condición y de nuestra vocación para ser plenos y felices. Cristo es modelo de
una humanidad renovada.
¿Acaso no queremos renovar el mundo y
llevarlo, caminando juntos, por los caminos de la plenitud humana?
Cristo no renueva en una humanidad “llena de amor fraterno,
de sinceridad y espíritu pacífico” (AG N°8); creando un mundo más justo,
solidario, lleno de esperanza y por sobre todo amor verdadero, que sana toda
herida humana, toda carencia de pertenencia y aceptación.
¡Él hace nuevas todas las cosas!
Para esto, Cristo necesita de auténticos cristianos que
vivan a ejemplo de su Maestro, de hombres nuevos, verdaderos discípulos
misioneros, para que quien nos vea, vea a Cristo, se convierta y viva.
En nuestro deber como cristianos, como jóvenes sarmientos
del Cristo viviente, incorporados y asemejados a Él por el Bautismo, por la
Confirmación y la eucaristía, comprometernos y cooperar a la expansión de su
Cuerpo, para llevarlo cuanto antes a la plenitud (AG N°36).
Por eso, es nuestra responsabilidad para con el mundo
fomenta en nosotros un espíritu verdaderamente católico y consagrar nuestros
esfuerzos a la obra de la evangelización (Ag N°36).
¿Qué se espera de un misionero auténtico y
comprometido?
Que como discípulo misionero de Jesús, intensifique su testimonio
en cada ambiente de vida y participe activamente en los servicios y en las
actividades misioneras que se planifiquen.
Cada uno según su edad, su realidad,
sus posibilidades, asumirá tareas en el plan de la misión y a la vez, buscará
el modo de proyectarlas en su propio ambiente de vida, donde tal vez se
encuentre solo, pero donde está llamada a ser discípulo misionero y a “jugarse”
por la buena noticia capaz de transformar la realidad. Para ello, la comunidad
le ofrecerá un espacio de formación y oración que alimente su “salida” mientras
vamos a los demás.
¿A
quiénes vamos a misionar?
Iremos a
todos, comenzando por los más alejados, los menos atendidos, aquellos hijos que
manifiesten más necesidad de respuestas existenciales, donde exista mayor
necesidad. Queremos encontrarnos con aquellos que están a nuestro lado
cotidianamente, pero también con los que se encuentran en las periferias
existenciales de nuestros ambientes. Periferias que no abordamos porque no
sabemos cómo o porque simplemente son distintos a nosotros, entre nuestros
propios amigos, en nuestra propia familia o lugar de estudio o trabajo.
Aquellos que hemos alejado y mantenemos distantes porque nos cuesta y por tanto
no nos acercamos, no visitamos, y se hacen invisibles para nosotros y para la
comunidad.
Salimos para
compartir, escuchar, dialogar, aprender y enriquecernos los unos con los otros.
Salimos para testimoniar al Cristo vivo que no ama y nos salva, para
testimoniar a nuestra iglesia casa abierta para todos.
Oración del joven misionero a la
Virgen María:
Madre, que
al contemplarte podamos dejarnos habitar
Por la
presencia de la Buena Noticia de la que sos portadora,
Y así, en
cada momento, ser para el hermano:
Una mirada
tierna que descubra la belleza escondida,
Una
palabra de esperanza en el sin sentido,
Consuelo
en el agobio y en el dolor,
Una mano
extendida que invite a levantarse y ponerse en camino,
Un abrazo
cálido que cubra y reciba la herida;
Una voz
que anuncie: “No temas, la paz esté contigo;
Un corazón
que sea el hogar donde cada uno pueda descansar,
Un pie que
peregrine hasta donde el Espíritu nos quiera llevar.”
¡Amén!
Yamila Romanini| Matias Seewald