«Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8)
Queridos
jóvenes:
(...) Descubrimos el significado revolucionario de las Bienaventuranzas y
el fuerte llamamiento de Jesús a lanzarnos decididamente a la aventura de la
búsqueda de la felicidad. Este año reflexionaremos sobre la sexta
Bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios» (Mt 5,8).
1. El deseo de felicidad
La
palabra bienaventurados
(felices), aparece nueve veces en esta primera gran predicación de Jesús
(cf. Mt 5,1-12). Es como un estribillo que nos
recuerda la llamada del Señor a recorrer con Él un camino que, a pesar de todas
las dificultades, conduce a la verdadera felicidad.
Queridos
jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la
felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo
anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están
inquietos y en continua búsqueda de un bien que pueda saciar su sed de
infinito?
(…) En
Cristo, queridos jóvenes, encontrarán el pleno cumplimiento de sus sueños de
bondad y felicidad. Sólo Él puede satisfacer sus expectativas, muchas veces
frustradas por las falsas promesas mundanas. Como dijo san Juan Pablo II: «Es Él la belleza que tanto les
atrae; es Él quien les provoca con esa sed de radicalidad que no les permite
dejarse llevar del conformismo; es Él quien les empuja a dejar las máscaras que
falsean la vida; es Él quien les lee en el corazón las decisiones más
auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en ustedes el
deseo de hacer de su vida algo grande» (Vigilia de oración en Tor Vergata,19 agosto 2000).
2. Bienaventurados los limpios de
corazón…
Ahora
intentemos profundizar en por qué esta bienaventuranza pasa a través de la
pureza del corazón. Antes que nada, hay que comprender el significado bíblico
de la palabra corazón. Para la cultura semita el corazón
es el centro de los sentimientos, de los pensamientos y de las intenciones de
la persona humana. Si la Biblia nos enseña que Dios no mira las apariencias,
sino al corazón (cf. 1 Sam 16,7), también podríamos decir que es
desde nuestro corazón desde donde podemos ver a Dios. Esto es así porque
nuestro corazón concentra al ser humano en su totalidad y unidad de cuerpo y
alma, su capacidad de amar y ser amado.
En cuanto
a la definición de limpio, la palabra griega utilizada por el
evangelista Mateo es katharos,
que significa fundamentalmente puro,
libre de sustancias contaminantes. En
el Evangelio, vemos que Jesús rechaza una determinada concepción de pureza
ritual ligada a la exterioridad, que prohíbe el contacto con cosas y personas
(entre ellas, los leprosos y los extranjeros) consideradas impuras. A los
fariseos que, como otros muchos judíos de entonces, no comían sin haber hecho
las abluciones y observaban muchas tradiciones sobre la limpieza de los
objetos, Jesús les dijo categóricamente: «Nada que entre de fuera puede hacer
al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque
de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes,
desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad» (Mc 7,15.21-22).
Por
tanto, ¿en qué consiste la felicidad que sale de un corazón puro? Por la lista
que hace Jesús de los males que vuelven al hombre impuro, vemos que se trata
sobre todo de algo que tiene que ver con el campo de nuestras relaciones. Cada uno tiene que aprender a
descubrir lo que puede “contaminar” su corazón, formarse una conciencia recta y
sensible, capaz de «discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que
agrada, lo perfecto» (Rm 12,2).
Si hemos de estar atentos y cuidar adecuadamente la creación, para que el aire,
el agua, los alimentos no estén contaminados, mucho más tenemos que cuidar la
pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros
corazones y nuestras relaciones. Esta
“ecología humana” nos ayudará a respirar el aire puro que proviene de las cosas
bellas, del amor verdadero, de la santidad.
Una vez
les pregunté: ¿Dónde está su tesoro? ¿en qué descansa su corazón? (cf. Entrevista con algunos jóvenes de Bélgica, 31
marzo 2014). Sí, nuestros corazones pueden apegarse a tesoros
verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o
adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles. El bien más precioso que
podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Lo creen así de verdad?
¿Son conscientes del valor inestimable que tienen a los ojos de Dios? ¿Saben
que Él los valora y los ama incondicionalmente? Cuando esta convicción
desaparece, el ser humano se convierte en un enigma incomprensible, porque
precisamente lo que da sentido a nuestra vida es sabernos amados
incondicionalmente por Dios. ¿Recuerdan el diálogo de Jesús con el joven rico
(cf. Mc 10,17-22)? El evangelista Marcos
dice que Jesús lo miró con cariño (cf. v. 21), y después lo invitó a seguirle
para encontrar el verdadero tesoro. Les deseo, queridos jóvenes, que esta
mirada de Cristo, llena de amor, les acompañe durante toda su vida.
Durante
la juventud, emerge la gran riqueza afectiva que hay en sus corazones, el deseo
profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta
capacidad de amar y ser amado! No permitan que este valor tan precioso sea
falseado, destruido o menoscabado. Esto sucede cuando nuestras relaciones están
marcadas por la instrumentalización del prójimo para los propios fines
egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer. El corazón queda herido y
triste tras esas experiencias negativas. Se lo ruego: no tengan miedo al amor
verdadero, aquel que nos enseña Jesús y que San Pablo describe así: «El amor es
paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado
ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la
injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin
límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca» (1
Co 13,4-8).
Al mismo
tiempo que les invito a descubrir la belleza de la vocación humana al amor, les
pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor,
sobre todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual, privándolo
así de sus características esenciales de belleza, comunión, fidelidad y
responsabilidad. Queridos jóvenes, «en la cultura de lo provisional, de lo
relativo, muchos predican que lo importante es “disfrutar” el momento, que no
vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, “para
siempre”, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que
sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido
que se rebelen contra esta cultura de lo provisional, que, en el fondo, cree
que ustedes no son capaces de asumir responsabilidades, cree que ustedes no son
capaces de amar verdaderamente. Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido
por ustedes. Atrévanse a “ir contracorriente”. Y atrévanse también a ser felices»
(Encuentro con los voluntarios de la JMJ de Río de Janeiro, 28 julio 2013).
Ustedes,
jóvenes, son expertos exploradores. Si se deciden a descubrir el rico
magisterio de la Iglesia en este campo, verán que el cristianismo no consiste
en una serie de prohibiciones que apagan sus ansias de felicidad, sino en un
proyecto de vida capaz de atraer nuestros corazones.
3. ... porque verán a Dios
(…)La
invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en
cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de
dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.
(…)El
encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida
fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos.
Y
queríamos hacer incapie justamente en esto de la vida fraterna. El Papa nos
dice
(…)Queridos
jóvenes, para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse
pobre con los pobres. Un corazón puro es necesariamente también un corazón
despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más necesitados.
(…)la voz de Jesús hará arder
su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia
personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene
para sus vidas.
Nada te turbe | Pascua Joven
La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual 143 JUAN PABLO II, Catequesis (24 abril 1991): Insegnamenti 14/1 (1991), 853. - 90 - en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia».144 Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve. El Reino que nos reclama 180. Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos.
Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos. 199. Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo».166 Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis».167 El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor»,168 y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad 164 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis (30 diciembre 1987), 42: AAS 80 (1988), 572. 165 Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13 mayo 2007), 3: AAS 99 (2007), 450. 166 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae II-II, q. 27, art. 2. 167 Ibíd., I-II, q. 110, art. 1. 168 Ibíd., I-II, q. 26, art. 3 - 100 - cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?».
Nicolás Chaves Psenda | Micaela Psenda
