jueves, 24 de agosto de 2017

Reconciliación, Eucaristía y Comunión

Queridos chicos! En esta oportunidad vamos hacer una pequeña catequesis.
El hombre está llamado a la felicidad, porque Dios nos creo por Amor, para que seamos felices y para que esa felicidad sea plena, quiere que seamos Santos. Por ese motivo nos regalo el Sacramento de la Reconciliación, para que cuando  nos perdamos en el camino de la enemistad con Dios, volvamos a encontrarnos a través del Sacramento de la Reconciliación. También nos regalo el Sacramento de la Eucaristía, donde  se queda con nosotros en un trozo de pan, para darnos Vida y Vida en abundancia.


SACRAMENTO DE LA RECONCILACION

A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida en vasijas de barro (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación, que se pueden unir con el nombre de sacramentos de curación. El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y los cuerpos ( Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).
El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras dirigirles el saludo “La paz este con ustedes””, sopló sobre ellos y dijo: Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdones los pecados, les quedan perdonados (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.
  Es la comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que le alienta y le acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir: yo me confieso sólo con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios perdóname, y decir tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote. “Pero, yo me avergüenzo...”. Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi pueblo decimos que es un “sinvergüenza”. Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. No tener miedo de la Confesión. Uno, cuando estamos en la fila para confesarse, sentimos, toda clase de cosas, incluso la vergüenza, pero después, cuando termina la Confesión sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la Confesión! Quisiera preguntarles? —pero no lo digas en voz alta, que cada uno responda en su corazón: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello... ¿Son dos días, dos semanas, dos años, diez años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.
Recordemos juntos los pasos para una buena confesión. Son examen de conciencia, dolor del pecado, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.
Nos vamos a detener en el tercer paso, el propósito de enmienda, que significa proponerme en no pecar mas, que viene unido al arrepentimiento, si estoy arrepentido de algo que hice mal, voy a tratar de no hacerlo más.
Sea cual fuera la gravedad  del Pecado, tenemos que sumarle al arrepentimiento, evitar todas las ocasiones del pecado. Quiere decir si yo me enfoco en el pecado mismo ,es decir en lo que no quiero hacer mas y no veo todo lo que rodea, entonces el propósito de enmienda es débil   , puede tener poca fuerza, es probable que caigamos de nuevo .
Entonces, es que un pecado nos domina, cuando confesamos un pecado tenemos que ver las cosas que nos acercan al pecado para quitarlas y agregar a nuestras vidas las cosas que nos alejan del pecado, como por ejemplo, la oración. Cuando mayor sea el arrepentimiento, mayor va ser la Gracia de Dios, es como un resorte, cuando más nos arrepentimos, mas comprimimos ese resorte, cuando lo soltamos, va llegar más alto y esa altura, representa la Gracia que vamos a recibir. (Ejercicios Espirituales de San Ignacio Loyola)
Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa parábola del hijo que se marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó todo el dinero, y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo, sino como siervo. Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La sorpresa fue que cuando comenzó a hablar, a pedir perdón, el padre no le dejó hablar, le abrazó, le besó e hizo fiesta. Les digo: cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. Sigamos adelante por este camino.


SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA
¿La Eucaristía? ¿Que era?¿No te acordas..?Dios nos amo tanto que su deseo era quedarse siempre con nosotros .Entonces se le ocurrió una idea genial….
Jesús, en la ultima cena con sus amigos dijo estas palabras: “Tomen y coman ,esto es mi Cuerpo”. Y tomando la copa de vino dijo:”Tomen y beban, esta es mi Sangre” .A partir de ese momento Jesús se queda presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad bajo la forma de pan y vino…Este es el gran invento de Amor de Dios y se llama Eucaristía.
ES UNA MARAVILLOSA NOTICIA: ¡JESUS ESTA REALMENTE PRESENTE ENTRE NOSOTROS Y NOS INVITA A RECIBIRLO!
SI...Pero muchas veces sucede que nos olvidamos de esa presencia de Jesús en medio nuestro. Algo así cuenta la historia de Marta y María. Dice la Palabra de Dios en Lc.10, 38-42, que Jesús fue a visitar a dos hermanas, Marta y María.
Marta estaba  muy ocupada en atender bien la visita, movida por el amor que tenia a Jesús, entonces corría de aquí para allá haciendo los quehaceres de la casa.
María en cambio, estaba sentada a los pies del Señor escuchando su Palabra.
Marta entonces le dijo a Jesús: Señor, ¿No te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?”Decile que me ayude”. Pero Jesús le respondió: Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria .María  eligió la mejor parte, que no le  será quitada.”
También nosotros muchas veces corremos de acá  para allá, como Marta ,queriendo  hacer muchas cosas con la mejor de las intenciones, y no tenemos tiempo para nada. Así nos olvidamos de estar a los pies de Jesús y de escucharlo. Como María valoremos su presencia en medio nuestro…
“Entonces debemos estar atentos a la Eucaristía.”SI…Principalmente en la Misa Dominical y Adoración Eucarística.
1° LA MISA: Jesús en la última cena nos mando que comiéramos y bebiéramos su Cuerpo y su Sangre. Es lo que hacemos en la Misa. Allí nos reunimos en comunidad para vivir la fiesta de la presencia de Jesús Resucitado.
- La Misa, se divide en dos partes. La primera se llama LITURGIA DE LA PALABRA, y la segunda, CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA.
Vamos a explicarte lo que hacemos en cada una de ellas:
Liturgia de la Palabra:
- En la primera parte de la Misa, nos preparamos para recibir el mensaje de Cristo. 
¿Cómo nos preparamos?
1) La PRIMERA LECTURA consiste en algunos mensajes que fueron escritos muchos muchos años antes de que naciera Jesús. Se toman del del antiguo testamento.
2) En la SEGUNDA LECTURA, casi siempre se leen cartas que escribieron los Apóstoles de Jesús.
3) El EVANGELIO, nos cuenta la vida de Jesús, y nos dice  cómo quiere El que los hombres nos portemos y lo que debemos de hacer para salvarnos. Esta es la lectura más importante y por eso la escuchamos de pie y antes que el sacerdote o Diacono la comience a proclamar nos persignamos con la señal de la Cruz,  es para predisponer nuestra mente a la escucha atenta del mismo, en la boca para que sepamos anunciar el evangelio y en el pecho para ser custodiado con amor y fe. 
Liturgia  Eucarística:
- Esta es la segunda parte de la Misa y lo más importante es que en ella el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús.
  Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Es el momento más solemne de la Misa; en él ocurre el misterio de la transformación real del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Dios se hace presente ante nosotros para que podamos estar muy cerca de Él. Es un misterio de amor maravilloso que debemos contemplar con el mayor respeto y devoción. Debemos aprovechar ese momento para adorar a Dios en la EUCARISTIA.
COMUNION
Ya que la celebración eucarística es un banquete pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
LA ADORACION EUCARISTICA
Antes de su Ascensión al cielo, Cristo dijo a sus discípulos:”Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”(Mt.28,20).
Esa promesa, Jesús la cumple de manera especial en la Eucaristía, y su presencia nos invita a la Adoración..La Adoración eucarística prepara y prolonga la Celebración de la Misa.
Y ¿QUE  ES ADORAR?
Adorar a Dios es reconocerlo como Dios, cómo Creador y salvador, Señor y dueño de todo lo que existe. Es reconocer su amor infinito y misericordioso y dejarse admirar por El.
En la Adoración uno le da Gloria a Dios no por lo que El hace, sino por lo que El es.  La ADORACION a Jesús en la Eucaristía nos libera, porqué con ella le damos al Señor el primer puesto en nuestras vidas y todas las demás cosas pasan a ocupar su justo lugar.
Dice la Palabra de Dios que los  discípulos fueron donde Jesús los  había citado. Allí lo vieron resucitado. Entonces Jesús, acercándose, les dijo:”Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos “(Mt.28,19).
También hoy Jesús nos cita para encontrarnos con El en la Eucaristía y ese encuentro con el Señor resucitado debe llevarnos a anunciarlo a los hermanos con nuestra palabra y con nuestro ejemplo de vida.
 
Reflexionamos  juntos:

1.    ¿Nos disponemos a alejarnos  de la vida de pecado? ¿Qué situaciones de la vida  no nos permiten acercarnos a confesar? ¿Qué hago para superarlas?

2.    ¿Estamos en una parte lenta del proceso  de conversión o hemos abandonado el anhelo de Santidad?

3.    ¿Cómo me dispongo a vivir la Santa Misa?




Agustín Psenda | Lali Bessone