La juventud (del latín iuventus)
es la edad que precede
inmediatamente a la edad adulta y se sitúa
después de la infancia. La Organización Mundial de la Salud postula que
la juventud comprende en general un rango de 12 a 32 años, pero también ha sido
definida desde aproximaciones demográficas, sociales, psicológicas, culturales
y otras. Es una etapa caracterizada por cambios y readaptaciones constantes, afectada
por tres escenarios: la realidad de su origen (lo vivido y aprendido en una
familia, costumbres, hábitos, “de dónde
vengo”); la realidad actual (“donde
estoy”), la inquietud acerca del futuro (hacia dónde voy?). Teniendo en cuenta esto, el joven comienza a
tomar decisiones y gradualmente a ser un individuo independiente.
Ahora
bien, los Hijos de Hogares Nuevos que
transitamos la juventud, no podemos evitar agregar un escenario más: la
realidad espiritual en la juventud. Éste escenario repercute de manera
directa en los tres anteriores, y recíprocamente. Es por eso que nuestra
espiritualidad también se ve afectada por cambios y readaptaciones, acompaña la
gran transición de independencia y lo que conlleva: dudas, errores,
descubrimientos, decisiones, etc; Y la fe puede pasar por momentos de extrema lucidez,
compromiso y oración a períodos de desgano, dudas y desesperanza. Todo esto, propio
de una grandiosa etapa, propio de un corazón joven, inquieto por el misterio de
Dios, inquieto por la realidad, buscando equivocarse poco y movilizado por
grandes ideales.
“…En cada época,
también en nuestros días, numerosos jóvenes sienten el profundo deseo de que
las relaciones interpersonales se vivan en la verdad y la solidaridad. Muchos
manifiestan la aspiración de construir relaciones auténticas de amistad, de
conocer el verdadero amor, de fundar una familia unida, de adquirir una
estabilidad personal y una seguridad real, que puedan garantizar un futuro
sereno y feliz. Al recordar mi juventud, veo que, en realidad, la estabilidad y
la seguridad no son las cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes. Sí,
la cuestión del lugar de trabajo, y con ello la de tener el porvenir asegurado,
es un problema grande y apremiante, pero al mismo tiempo la juventud sigue
siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de
entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida
aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo. Queríamos encontrar la vida
misma en su inmensidad y belleza. Ciertamente, eso dependía también de nuestra
situación. Durante la dictadura nacionalsocialista y la guerra, estuvimos, por
así decir, “encerrados” por el poder dominante. Por ello, queríamos salir
afuera para entrar en la abundancia de las posibilidades del ser hombre. Pero
creo que, en cierto sentido, este impulso de ir más allá de lo habitual está en
cada generación. Desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo
seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser
joven. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace
adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el
infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: “nuestro
corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti…[1]”
(Vaticano,
6 de agosto de 2010 “Fiesta de la Transfiguración del Señor” – Benedicto XVI)
Benedicto
XVI describe claramente las aspiraciones de un joven. Siendo o no, practicantes
de alguna religión todos los jóvenes sentimos cierta inquietud por el mañana y quizás
ya nos hemos imaginado. Nos hemos imaginado cómo queremos vivir, que estándar
de vida queremos alcanzar, qué elementos materiales deseamos tener, dónde
queremos vivir, en fin: qué queremos ser.
Pero los que tuvimos una experiencia
cercana a Dios, tal vez comprendemos mejor la importancia del ser; sabemos que
el SER, siempre está sobre el tener (tener una casa, familia, mascota, etc.)
como resaltaba el papa emérito: “Desear
algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser
joven”. Por lo tanto la mirada hacia el futuro tiene un ideal más
profundo. Buscamos el ideal de una vida
plena, saliendo de lo ordinario, la rutina y la mediocridad para convertirlo en
algo extraordinario.
En
palablras de Benedicto XVI: “…La juventud sigue siendo la edad en la que
se busca una vida más grande”.
Lo
importante entonces es comenzar desde hoy a cultivar, crear y moldear la vida y
la persona que ideamos ser; y la pregunta que surge desde aquí es: ¿Cómo? ¿Cómo logro edificar un futuro
estable, en medio de tanta inestabilidad? (Inestabilidad en mi realidad, en
mi vida espiritual, en la transición propia de mi juventud).
Partir de la
realidad de quienes somos, para definir hacia dónde vamos…
“…Para que podamos proponernos objetivos
alcanzables de largo plazo, es imprescindible una dosis equilibrada de realidad
que nos ayude a comprender el entorno, nuestras oportunidades y limitaciones. Y
por extraño que parezca esa capacidad comienza con el autoconocimiento, es decir, hay que recorrer el camino desde adentro, hacia afuera. (…)
La principal y
más difícil tarea del ser humano es conocerse a sí mismo, porque es la base
sobre la que se asienta, nada menos, que la construcción de nuestra vida. Allí
encontraremos las mejores cualidades y podremos trabajar para corregir las
flaquezas. Si era importante ya para los griegos, lo es mucho más en estos
tiempos, cuando el afuera nos aturde y nos ofrece miles de alternativas para
consumir, conocer, utilizar y acumular, que difícilmente contribuyan a
fortalecernos como personas, sino más bien a confundirnos…[2]”.
Conocernos
preguntándonos: ¿dónde debo mejorar? ¿Cómo?
¿Para qué? Y partir entonces encaminarnos hacia nuestro ideal, desde lo que
somos y tenemos. Sabernos tan humanos pero a la vez, destinados a grandes cosas.
“Pedes
in terra ad sidera visus:
Los pies en la tierra, la mirada en el
cielo"
Auto - Análisis F.O.D.A
El
análisis F.O.D.A o D.A.F.O es la sigla utilizada en el
ámbito empresarial, para referirse a una herramienta analítica de la realidad
de la empresa o negocio. Luego del análisis objetivo de las: Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y
Amenazas se actúa en consecuencia, buscando mejorar la calidad del servicio
ofrecido.
También
es utilizado en el auto-análisis, para
conocer desde estas características la realidad de la persona que lo requiera.
La utilizaremos con éste objetivo: “auto-conocimiento y descripción de mi
realidad”, teniendo en cuenta el escenario espiritual y buscando a partir de
ello actuar en consecuencia.
FORTALEZAS:
Dios
nos creó a su imagen y semejanza. Nos regaló dones y capacidades individuales.
Algunos pueden ser asombrosos, otros simples gestos y modos de nuestra
personalidad, pero que en el diario vivir nos caracterizan y fortalecen. A
medida que los vamos poniendo al servicio, se multiplican y nos ayudan a crecer.
¡Seguro son muchos! y quizás todavía no descubrimos todos. ¿Podría hacer una
lista de ellos?
OPORTUNIDADES:
Se
trata del dónde y del cómo explotar estos dones. ¿Dónde puedo hacer el bien con
lo que tengo? ¿Dónde puedo utilizar y acrecentar lo bueno? El abanico de
oportunidades que aparecen seguramente es infinito. Dios se encarga de
acercarnos a momentos, tareas, lugares, donde la necesidad está y quizás sólo
queda responder. (Ej.: comunidades,
trabajo, entidades públicas y/o religiosas, equipos de trabajo, carrera
universitaria, etc.)
DEBILIDADES:
Aquí
nos toca resaltar nuestra esencia humana. La otra cara de la moneda. Lo que
frena a mis fortalezas y resta las oportunidades. Es importante conocer las
cualidades de mi personalidad que no suman al crecimiento. Debemos intentar conocerlas
en profundidad para trabajar en ellas sin dejar que nos desmotiven y echen al
desgano. Cuando esto sucede dejamos claramente que funcionen como debilidad. Las debilidades son propias
del andar y surgen al andar. Ahí es donde las descubrimos. (Ej.: Desmotivación, impaciencia, baja estima,
soberbia, etc.).
AMENAZAS:
Las
amenazas a diferencia de las debilidades, son situaciones externas que se presentan
en el camino y no suman a nuestro crecimiento. Lo importante es descubrir cuáles
son y cómo actuar para que influyan poco. (Ej.:
Situaciones, personas, tentaciones, etc.)
Pensemos en
cada uno de nosotros. ¿Cada tanto “frenamos la pelota” para reflexionar sobre
estos aspectos de nuestra personalidad? Como seguramente todos pensamos, la
velocidad en la que vivimos, no nos deja pensar sobre estas cuestiones.
Resulta
acertada la frase de la canción que dice: “Por eso no hay que olvidarse, y a veces hay
que parar, que de tanto galopar, el polvo suele engañar y el caballo desbocarse[3]”.
El Auto – Análisis F. O. D. A, es una de las
tantas herramientas que favorecen el conocimiento y crecimiento personal, pero hay
muchas otras. Es necesario que siempre encontremos modos y momentos para
profundizar en nuestra realidad de hijos, jóvenes, estudiantes, amigos,
hermano, etc.
“…Nunca se nos
explica que para adquirir conocimiento es necesario esfuerzo y tiempo, que el
cuerpo humano cumple un proceso natural y que la vejez no es un castigo, sino
la consecuencia inevitable de haber vivido. Nuestra cultura nos empuja y no nos
da tiempo para pensar en nosotros mismos. Por eso, es preciso encontrar esos
espacios de soledad e introspección, imprescindibles para que aflore el ser que
realmente somos. Para ello no necesitamos aislarnos, basta con tener una
actitud de búsqueda permanente y con saber aprovechar las oportunidades que se
nos presentan, por ejemplo, cuando esperamos en algún consultorio, durante
algún viaje, cuando salimos a caminar o, simplemente, mientras tomamos un café…[4]”.
Más aún, los que iniciamos
un camino de amistad con Jesucristo, estamos o debemos estar en constante
reflexión: "La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla"[5]. Porque la
mirada de Él refleja claramente lo que soy y significo en el mundo, porque me
conoce desde el momento que fui llamado a la vida y tiene contado cada uno de mis cabellos. Cuanto más profundizo mi
oración y mi relación con Dios, más profundizo en la relación conmigo mismo.
Actividad: Realizar el Auto – Análisis F.O.D.A. Si lo hacemos en comunidad, darnos un espacio para que cada uno lo realice de manera personal y luego compartirlo.
Además, jugamos al “Dime que soy” utilizando diferentes virtudes. Luego, una vez que adivinábamos cual virtud éramos, teníamos que compartir si nos sentíamos identificados con ella o con alguna otra. Esto nos sirvió para ahondar más en el conocimiento sobre nosotros mismos.
Luciana Vilte | Laura Bessone | Matías Seewald
